La memoria engaña, y engaña de muchas maneras. La memoria miente belleza y miente felicidad; miente seguridad y miente estabilidad. Y cuando en nuestra conciencia aflora algún recuerdo que va en contra de esas mentiras, lo escondemos más rápido que ligero y comenzamos a pensar en las maravillas que haremos en el futuro.
Cuando anoticiándonos con la radio o la televisión, nos encontramos con esta inestabilidad del tiempo, de la moneda estadounidense, de la situación en oriente, et cétera, la primer reacción es querer pensar que antes las cosas estaban mucho más claras y eran más estables. ¡Mentira! La inestabilidad siempre fue la regla. El Universo mismo, es un lugar sumamente inestable (su aparente estabilidad es simplemente un asunto de escala).
Pero se ve que para ser feliz el animal humano precisa estar seguro de las cosas, y es por eso que necesita estabilidad (climática, laboral, sentimental, política, hasta estabilidad deportiva, necesita). Por eso existen los pronósticos del tiempo, y los analistas económicos y los politólogos, y los horóscopos, y Mary Scioli.
La inestabilidad no sólo lo desconcierta a uno, sino que está muy mal vista por los demás. Es por eso que no hay nada peor que ser una persona inestable. Debemos ser coherentes y predecibles, si somos tontos: deberemos ser siempre tontos. Si somos graciosos: deberemos ser siempre graciosos. Y así todo. Por eso el matrimonio, por eso tantas cosas.
Y me da bronca que, a pesar de que -como se ve- soy plenamente conciente de que la inestabilidad y el cambio son la regla, yo también añore esa pasada y mentirosa estabilidad del mundo bipolar y Peñarol campeón de América y del Mundo. ¡Si recuerdo claramente el día en que cumplí 50 años y me espeluzné ante la comprobación de que si no hacía algo mi vida iba a seguir igual que hasta ese momento hasta el fin de mis días!
Si yo quemé aquellas naves, si tuve que quemar aquellas naves para seguir sintiéndome vivo, ¿por qué ahora me perturba la inestabilidad del sistema económico mundial y personal? Si rompí (no sin mucho dolor) aquellos lazos que me hacían sentir angustiosamente prisionero de mí mismo ¿por qué ahora temo la incertidumbre? Y si temo la incertidumbre, ¿por qué desestabilizo mis estabilidades? No lo sé, si lo supiera está claro que no estaría escribiendo ésto.
"Por eso te entiendo, cuando en un libro te vas, quien sabe a donde, buscando eso que llaman paz", me canta León Gieco... No te preocupes, León, son sólo raptos de lucidez que me atacan de a momentos, después se me pasa. Estoy bien. Gracias. Hasta mañana.