(y a mi no me importa mucho que digamos)

jueves, 3 de diciembre de 2009

ODAS A STALIN

Que a Stalin quien más quien menos, todo el mundo le chupaba la media cuando vivo, ya se sabe y tiene cierto sentido, pues a nadie le gusta perder la cabeza por gusto. Pero bueno, hubo otros que lo siguieron alcahueteando después de muerto, como es el caso del Neftalí Reyes, más conocido como Pablo Neruda, quien escribió esta asqueante

"Oda a Stalin":

Camarada Stalin,
yo estaba junto al mar en la Isla Negra, descansando de luchas y de viajes,
cuando la noticia de tu muerte llegó como un golpe de océano.

Fue primero el silencio, el estupor de las cosas, y luego
llegó del mar una ola grande.

De algas metales y hombres, piedras, espuma y lágrimas
estaba hecha esta ola.

De historia, espacio y tiempo recogió su materia
y se elevó llorando sobre el mundo
hasta que frente a mí vino a golpear la costa
y derribó a mis puertas su mensaje de luto
con un grito gigante
como si de repente se quebrara la tierra

(de "Las Uvas y el Viento").

Y entonces, yo agarré la famosa poesía de Rubén Darío "A Margarita Debayle" y la transformé en la Oda a Stalin de Rubén Darío. Una barbaridad, pero bueno, Darío es un poeta que me resulta muy empalagoso, así que no me siento culpable de haberle inventado esto. Aquí va:

RUBÉN DARÍO
ODA A STALIN

Margarita, Stalin dá la mar,

y el viento,

que Ileva marxismo al azar.

Yo siento,

en el koljós un gallo rojo cantar.

Lo siento,

Margarita, te voy a contar

un cuento.


Éste era un zar que tenía

un palacio junto al Neva,

una corte de boyardos

y un rebaño de mujiks,

matrioshkas de malaquita,

un gran manto de tisú

y una gentil princesita,

tan bonita,

Margarita,

tan bonita como tú.


Una tarde la princesa

vio una estrella aparecer;

la princesa era traviesa

y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla

decorar un prendedor,

con un verso y un panfleto,

un martillo y una hoz.


Las princesas primorosas

se parecen mucho a ti:

de pronto les da la loca,

y se van con Stalin.


Pues se fue la niña bella,

bajo el cielo y sobre el mar,

a cortar la roja estrella

que la hacía suspirar.


Y siguió camino arriba,

por el campo y más allá;

mas lo malo es que ella iba

sin permiso del papá.


Cuando estuvo ya de vuelta

del bulín del conductor,

se miraba toda envuelta

en un rojo resplandor.


Y el zar dijo: "¿Qué te has hecho?

Te he buscado y no te hallé;

y ¿qué tienes en el pecho,

que encendido se te ve?"


La princesa no mentía.

Y así, dijo la verdad:

"Me he afiliado al Partido

de la roja inmensidad".


Y el zar clama: "¿No te he dicho

que de los bolches hay que huir?

iQué locura! iQué capricho!

¡Vamos todos a morir!”


Y dice ella: "No hay remedio;

yo me fui sé bien por qué;

con las hoces y el martillo

ví la estrella y me afilié".


Y el papá dice enojado:

"Un castigo has de tener:

ve al soviet y el carné

vas ahora a devolver".


La princesa se entristece

colorado y colorín

cuando entonces aparece

sonriendo Stalin.


Y así dice: "En mi soviet

ese carnet le ofrecí:

son mis flores de las niñas

que al luchar piensan en mí".


Carga el zar gruesas cadenas

y lo hacen desfilar

frente al ejército rojo

a la orilla de la mar.


La princesita está bella,

pues ya tiene el prendedor

en que lucen, con la estrella,

el martillo y la hoz.


Margarita, Stalin dá la mar

y el viento

que Ileva marxismo al azar.

Lo siento.


Ya que lejos de mí vas a estar,

guarda, camarada, un pensamiento

al que un día te quiso contar

un cuento.