Que a Stalin quien más quien menos, todo el mundo le chupaba la media cuando vivo, ya se sabe y tiene cierto sentido, pues a nadie le gusta perder la cabeza por gusto. Pero bueno, hubo otros que lo siguieron alcahueteando después de muerto, como es el caso del Neftalí Reyes, más conocido como Pablo Neruda, quien escribió esta asqueante
"Oda a Stalin":
Camarada Stalin,
yo estaba junto al mar en la Isla Negra, descansando de luchas y de viajes,
cuando la noticia de tu muerte llegó como un golpe de océano.
Fue primero el silencio, el estupor de las cosas, y luego
llegó del mar una ola grande.
De algas metales y hombres, piedras, espuma y lágrimas
estaba hecha esta ola.
De historia, espacio y tiempo recogió su materia
y se elevó llorando sobre el mundo
hasta que frente a mí vino a golpear la costa
y derribó a mis puertas su mensaje de luto
con un grito gigante
como si de repente se quebrara la tierra
(de "Las Uvas y el Viento").
Y entonces, yo agarré la famosa poesía de Rubén Darío "A Margarita Debayle" y la transformé en la Oda a Stalin de Rubén Darío. Una barbaridad, pero bueno, Darío es un poeta que me resulta muy empalagoso, así que no me siento culpable de haberle inventado esto. Aquí va:
RUBÉN DARÍO
ODA A STALIN
Margarita, Stalin dá la mar,
y el viento,
que Ileva marxismo al azar.
Yo siento,
en el koljós un gallo rojo cantar.
Lo siento,
Margarita, te voy a contar
un cuento.
Éste era un zar que tenía
un palacio junto al Neva,
una corte de boyardos
y un rebaño de mujiks,
matrioshkas de malaquita,
un gran manto de tisú
y una gentil princesita,
tan bonita,
Margarita,
tan bonita como tú.
Una tarde la princesa
vio una estrella aparecer;
la princesa era traviesa
y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla
decorar un prendedor,
con un verso y un panfleto,
un martillo y una hoz.
Las princesas primorosas
se parecen mucho a ti:
de pronto les da la loca,
y se van con Stalin.
Pues se fue la niña bella,
bajo el cielo y sobre el mar,
a cortar la roja estrella
que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba,
por el campo y más allá;
mas lo malo es que ella iba
sin permiso del papá.
Cuando estuvo ya de vuelta
del bulín del conductor,
se miraba toda envuelta
en un rojo resplandor.
Y el zar dijo: "¿Qué te has hecho?
Te he buscado y no te hallé;
y ¿qué tienes en el pecho,
que encendido se te ve?"
La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
"Me he afiliado al Partido
de la roja inmensidad".
Y el zar clama: "¿No te he dicho
que de los bolches hay que huir?
iQué locura! iQué capricho!
¡Vamos todos a morir!”
Y dice ella: "No hay remedio;
yo me fui sé bien por qué;
con las hoces y el martillo
ví la estrella y me afilié".
Y el papá dice enojado:
"Un castigo has de tener:
ve al soviet y el carné
vas ahora a devolver".
La princesa se entristece
colorado y colorín
cuando entonces aparece
sonriendo Stalin.
Y así dice: "En mi soviet
ese carnet le ofrecí:
son mis flores de las niñas
que al luchar piensan en mí".
Carga el zar gruesas cadenas
y lo hacen desfilar
frente al ejército rojo
a la orilla de la mar.
La princesita está bella,
pues ya tiene el prendedor
en que lucen, con la estrella,
el martillo y la hoz.
Margarita, Stalin dá la mar
y el viento
que Ileva marxismo al azar.
Lo siento.
Ya que lejos de mí vas a estar,
guarda, camarada, un pensamiento
al que un día te quiso contar
un cuento.