Lo que está sucediendo en el Cercano y el Medio Oriente demuestra una vez más que desde 1945 nadie puede ganar una guerra. Es así que a pesar del uno de los más ampulosos despliegues armamentísticos y tecnológicos de la historia, tanto en Irak como en Afganistán van pasando los años y la paz está cada vez más lejos.
Este presente es muy similar al futuro que imaginó George Orwell en 1948. En su terrible “1984”, el escritor británico pintaba un mundo dividido en tres grandes bloques que guerreaban continuamente entre sí. Esa estrategia de “Guerra Permanente” era lo que dinamizaba la economía de la antiutopía orwelliana, permitiendo la continuidad y el crecimiento contínuo de un capitalismo desaforado.
Pero además, la sociedad orwelliana estaba dividida nítidamente en dos grandes clases sociales. Por un lado, la burocracia estatal y partidaria, hipervigilada y adoctrinada constantemente por los medios de comunicación de masas. Por el otro, una inmensa mayoría de desplazados, abandonados a la buena de dios, mano de obra barata y sin educación viviendo en condiciones miserables. ¿Le suena?
Para el gran capital, la guerra es el negocio más rentable. No sólo porque crea la necesidad de desarrollar y fabricar cada vez más y mejores armas, sino porque provoca la destrucción de bienes que luego habrá que pagar por reconstruir. Un ejemplo claro de lo que digo es lo que sucede en Irak y Afganistán, donde las empresas del complejo militar-industrial euro-estadounidense están ganando miles de millones de dólares reconstruyendo la infraestructura que hace unos pocos años destruyeron sus ejércitos y continúan destruyendo ahora los “resistentes” (cada vez que explota un auto-bomba, los directivos de la General Motors se frotan las manos, por decirlo de un modo sencillo).
Desde el momento en que el objetivo de esta sociedad (a esta altura, yo diría “de esta civilización”) es hacer cada vez mayores y mejores negocios, no es de espera que se llegue alguna vez a una paz duradera. A lo sumo habrá (hubo) treguas mas o menos extendidas para que operen las empresas “reconstructoras” y llegue la “ayuda humanitaria” (que pagamos todos y también genera ganancias al complejo militar-industrial); a lo sumo la guerra se trasladará de un lugar a otro, pero será siempre la misma guerra.
Y en esta moderna “Guerra Permanente”, los muertos los ponen y los pondrán siempre los mas humildes, los más desamparados, es decir: los que menos consumen, los que sobran. Los otros, los generales, los políticos, los empresarios, los funcionarios y los burócratas, pero también los técnicos, los obreros calificados, los intelectuales y los estudiantes; sobrevivirán. Los unos porque son los que han creado y se benefician de la situación; los otros porque son necesarios para que el espiral siga desenrollándose una y otra vez, hasta que reviente todo.