(y a mi no me importa mucho que digamos)

miércoles, 7 de octubre de 2009

MI ABUELO TENÍA UNA VICTROLA

Mi abuelo paterno, Juan Capelán, fue un próspero tambero, primero de la Ciudad Vieja (Reconquista y Alzáibar) y luego del Reducto (Pando y Vilardebó), por lo que fue de los primeros que pudo comprar radio y luego victrola (*).

Pasaron los años, y los discos de pasta fueron sustituídos por los de vinilo, entonces, hacia los años 50, mi padre compró un tocadiscos automático.

Yo, lo primero que compré fue un tocadiscos (la radio la heredé). Luego, cuando aparecieron los casetes (si, ya sé debería decir "las cassettes", pero no me gusta) me compré un grabador, y mandé hacer un cable para poder pasar a casete los discos que me prestaban. Más tarde, me compré "un tres en uno", tocadiscos, radio y doble casetero, y pensé que ya estaba.

Pero resulta que me inventaron el cedé, entonces me tuve que comprar un radiograbador con cedé. Bueno, ya está, ahora por un tiempo no tendré que comprar nada, pensé ingenuamente mientras alguien ya había inventado el emepetrés.

Y entonces apareció todo eso de los archivos compartidos y se me empezó a amontonar tanta música en emepetrés que me daba pereza andar pasando todo a cedé, y agarré y me compré un minicomponente que tiene radio, casetero, cedetera, y lector de emepetrés. Pero resulta que tiene mala antena, así que para escuchar la radio tengo que seguir utilizando el radiograbador.

Y no puedo tirar el combinado, porque si nó no tengo donde escuchar los discos de vinilo, y no puedo tirar la vitrola porque si nó no tengo donde escuchar los discos de pasta; así que tengo la casa llena de un montón de aparatos que no se sustituyen, sino que se superponen parcialmente unos a otros.

Hace cien años, no existía ninguno de estos aparatos. La música había que escucharla en vivo o cantarla uno mismo. ¿Alguien se imagina un mundo así, tan lleno de silencio? Cien años, tan solo cien años nos separan del silencio. Cien años no es nada en la historia de la humanidad. Ha sido todo muy rápido.
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(*) No se ría, jovencito, a principios del siglo XX había tambos en la Ciudad Vieja y en todos los barrios de Montevideo
(claro que estamos hablando de establos en galpones). La primera pasteurización de la leche la realizó Luis Pasteur en Francia en 1882, pero la Conaprole se fundó recién en 1936. Hasta ese entonces la única manera de tomar leche era ir a comprarla todos los días al tambo del barrio, que tampoco existían las heladeras.