El motonetista de la pizzería venía por Zabala y dobló en Buenos Aires como si hubiera venido por Buenos Aires y doblado por Zabala. El ómnibus lo esquivó por pocos centímetros. El motonetista se inmutó, pero para enojarse con el chofer de ómnibus. El chofer del ómnibus tenía un buen día y no le hizo caso.
Y entonces yo pensé si era que a los repartidores de las pizzerías los elegían por su espíritu suicida, o si era ese trabajo el que los convertía en kamikase. Primero pensé que les pasaba lo mismo que a los choferes de ómnibus, que no los eligen por prepotentes, sino que se vuelven prepontentes porque manejan un ómnibus. Pero luego reflexioné que una cosa es un ómnibus y otra distinta una motocicleta.
Porque la mera presencia del ómnibus impone respeto. Por su tamaño, por su peso (unas 8 toneladas, promedio), porque va lleno de gente, porque los choferes son medio animalitos. Pero ¿Y la moto? ¿Cual "presencia" impone la moto? En la moto: "¡la carrocería sos vos!". ¿Entonces qué es lo que hace que los repartidores de pizza se conviertan en el joven maravilla ("Superman", para los no entendidos) y arriesguen su vida de esa manera en que la arriesgan?
Si claro, el sistema de reparto de pizzas (y de lo que sea, eso creí que estaba claro desde el principio, así que no me lo cuestione ahora) es perverso. Lo más rápido que se pueda para volver y agarrar otro pedido lo que equivale a otra propina, porque el sueldo son dos vintenes y lo que hace la diferencia son las propinas. Entonces nos metemos a contramano y cruzamos los canteros y subimos a la vereda y nos tiramos adelante de los ómnibus para volver antes que el otro y agarrar otro pedido más, y otro más, y otro más, hasta la muerte...
El sistema es perverso, pero también hay que estar un poco loco para andar por la calle así, regalado, cruzado el borde de la sensatez, o sea: como loco. Y al final, me hago la misma pregunta que me hago cuando escribo sobre asuntos como éste: ¿Para qué me preocupo yo, si a nadie le importa? Hay dos aspirantes a repartidor esperando para ocupar el lugar de cada repartidor caído en el cumplimiento del deber.
Las calles no sólo están llenas de repartidores de pizza violando las normas de tránsito, sino de miles de motonetistas sin casco y sin luces y sin caño de escape y hasta sin matrícula, y nadie los ve, porque a nadie le importa mirar, o porque somos pobres y no podemos andar invirtiendo policías o inspectores de tránsito en andar vigilando eso. Así que mejor que cada uno se arregle solidariamente como pueda.
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Nota: He evitado la palabra delivery deliveradamenty.