Gente sin hogar, gente sin techo, yonquis, vagabundos, vocingleros: allá donde fuera, en cualquier parte del mundo, las calles estaban llenas de ellos. Desvariando, buscando, envueltos en harapos, negros de suciedad, con enormes matas de pelo pegado, en silencio, imprecando o mendigando iban por las ciudades como si hubieran llegado de una prehistoria con el fin de recordar algo a la humanidad, pero ¿que? Algo moría continuamente en este mundo, y ellos lo ponían de manifiesto.