(y a mi no me importa mucho que digamos)

viernes, 12 de noviembre de 2010

EL DOBLE DE NADA SIGUE SIENDO NADA

El cartel instalado en el jardín de la casita de la calle Enrique George me amenaza: "Que Dios te otorgue el doble de lo que me deseas". Ya he visto otras veces esa maldición disfrazada de bendición en forma de pegotín ("sticker" quedaría más fino pero significa lo mismo que pegotín y quiero reivindicar mi idioma al menos en estas cosas sin importancia). Ya la he escuchado también en boca de los que mendigan arriba de los ómnibus, y al principio me daba bronca ese pensamiento tan mezquino, pero luego, me comenzó a dar lástima. Pobre esa gente que odia tanto. Pobre esa gente que piensa que hay otra gente que la odia. Pobre, pobrecita esa gente que piensa que con un cartel exorcisa esos odios que piensa que provoca. En lo que a mi respecta, dios no me otorgará nada, pues nada deseo a esa pobre gente, pues estoy cierto en que no hay nadie a quien pedirle deseos. Y ahora que escribo esto siento un escalofrío de culpabilidad: esa gente es tan pobrecita de espíritu no se da cuenta de que la indiferencia es peor que el odio...