Por Claudio Katz (*)
Bajo el impacto de la rebelión del 2001 Kirchner reconstruyó el poder de las clases dominantes, otorgando concesiones sociales y democráticas. Introdujo un modelo neo-desarrollista, recompuso la autoridad del estado y tendió a recrear el bipartidismo. Las mejoras del salario y de los ingresos populares representan conquistas que frenan tres décadas de agresiones neoliberales. También se impuso una secuencia de logros democráticos, muy alejados de la represión predominante en otros países.
Estos avances obedecen a la vitalidad de la movilización popular. En estas acciones se demanda una democratización de los sindicatos que el gobierno obstruye, para estabilizar la acumulación capitalista. Este sostén oficial conduce a tolerar la acción de las patotas que asesinaron a un militante de izquierda. Ha salido a flote cómo opera la red de complicidades entre policías, punteros y mafias sindicales.
Estos atropellos contrastan con el clima progresista que se observó en el Bicentenario. Predominó la reivindicación de un ideal latinoamericano, que el gobierno pretende compatibilizar con la estructura del Justicialismo. Intenta encuadrar a una nueva generación que demanda trabajo digno y educación pública.
Con la disipación del descontento agrario la derecha retrocedió y se quedó sin liderazgos. Fracasa en la gestión municipal, no logra acompañamiento y ha sido afectada por el fallecimiento de Kirchner. La subordinación a los medios de comunicación le quitó autonomía política y su discurso liberal-elitista perdió auditorio.
El gobierno recuperó fuerza, pero su reafirmación justicialista choca con la agenda progresista. Es una incógnita cuál será el legado de Kirchner en el imaginario popular. No arrastra las frustraciones de Alfonsín, pero se encuentra muy lejos de la gravitación que tuvieron Perón o Evita.
Una nueva intelectualidad oficialista elogia la reconstitución de la economía, soslayando el mantenimiento de la desigualdad. Olvidan el abandono del proyecto transversal, se resignan al mal menor y simplifican la realidad suponiendo que solo existen dos campos en disputa. Esta actitud imposibilita promover proyectos autónomos del Ejecutivo e impone obediencia en los momentos críticos.
La centroizquierda crítica se ha expandido con iniciativas parlamentarias y acciones que sintonizan con el actual espíritu antiimperialista. Busca construir una tercera fuerza, que históricamente fue absorbida por el bipartidismo. Existe un peligro de evolución conservadora si continúan los coqueteos con la derecha, que se apoyan en caracterizaciones erróneas del gobierno. El kirchnerismo no ha mutado y se ubica en las antípodas de los regímenes reaccionarios.
La izquierda ha logrado presencia social con acciones muy aguerridas. Su compromiso con la lucha recibe reconocimiento y despierta simpatías juveniles. Es un actor pero no un protagonista de la realidad política por frustraciones recientes y visiones desacertadas de la etapa. Tiene amplias posibilidades de desarrollo si empalma con el estado de ánimo popular y reconoce las conquistas alcanzadas. Pero se requiere abandonar construcciones sectarias y actuar con inteligencia en la arena electoral.
(*) Claudio Katz es economista, Investigador, Profesor. Miembro de EDI (Economistas de Izquierda).
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