Una de las notas de las que hablaba en mi entrada del pasado 11 de junio está firmada por Soninha Francine (periodista, presentadora de televisión y ex concejal de Sao Paulo por el P.T.), y comienza con un inteligente acápite del escitor inglés J.B.Priestley que habla de quienes concurren a los estadios de fútbol:
“Decir que estos hombres pagaron sus monedas para ver a 22 mercenarios patear una pelota es como decir que un violín es madera y tripa, que Hamlet es tan sólo papel y tinta”.
Y la pucha si tendrá razón. Porque uno sabe que los jugadores de fútbol son realmente mercenarios (cuando no, esclavos de su contratista mafioso), y uno sabe la porquería que son la mayoría de los clubes y las asociaciones de fútbol y la gran multinacional de la FIFA. Y sin embargo uno se alegra y se emociona cuando esos mercenarios tienen la camiseta de la asociación de fútbol del país de uno, y hasta grita los goles que hacen en un multi millonario chanchullo llamado “Campeonato Mundial de Fútbol”.
Pero –eso sí– me sigue impresionando y disgustando que se canten los himnos y se arrien las banderas nacionales, cual si de una cuestión de la Patria misma se tratara. Yo no creo demasiado en ese asunto de las “Patrias” (algo tan circunsancial...), pero llegado el caso, pienso que la Patria es otra cosa. Es que yo soy un tipo de otra época, al que le da por pensar en cosas trasnochadas, como el artiguismo y el socialismo, por ejemplo. Pero no teman, ya se me está pasando, cada vez pienso menos en esas boludeces, así puedo estar más cerca de la felicidad. Y los dejo, que empieza el partido. Chau. Gracias. Disfruten.