Cuando escribo ésto acabo de volver a casa luego de hacer (o mejor dicho de no haber podido hacer) unas diligencias. Tan mal me salieron las cosas que ni una carreta pude hacer. Y volví todo el camino de muy mal humor, y estaba de muy mal humor hasta hace un rato, cuando se me ocurrió intentar abrir un frasco de chucrut que tenía comprado desde hace algo así como un mes. Lo abrí, acerqué mi nariz a él, y me cambió instantáneamente el humor. Ahora me siento como en una especie de limbo agradable. Ojo, no es que esté recomendando el chucrut como un remedio para los malos humores, pero es lo que me acaba de suceder. Vaya uno a saber cuales recuerdos movió ese aroma, que me cambió el humor. Y vaya a saber cada uno de los que lee esto que he escrito, cual es el aroma que -llegado el caso- le podría cambiar el mal humor por un buen humor. Averígüelo, Vargas.