(y a mi no me importa mucho que digamos)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

POR QUÉ ESCRIBIR

Hay momentos en que se me ocurren ideas que me parecen muy pero muy brillantes. En esos instantes ardo en deseos de sentarme aquí donde estoy ahora cuando escribo esto para ponerlas en negro sobre blanco.

Pero cuando estoy aquí donde estoy ahora, muchas, pero muchas veces, me doy cuenta de que en realidad esas ideas que antes me habían parecido brillantes no son más que tonterías y lugares comunes (si relee lo anterior detenidamente se dará cuenta de lo que digo).

Y me pregunto el por qué y el para qué de todo ésto, es decir por qué y para qué escribo, y saco fotos, y hago blogs. Y eso implica cuestionarme por qué y para qué me preocupo por las cosas que me preocupo, y al fin de cuentas termino preguntándome si vale la pena ser como soy, y entonces me doy cuenta de que no puedo ser distinto, y de que escribo lo que escribo simplemente porque no puedo evitarlo, y que no hace falta que ni estas letras ni nada de lo que hay en el universo tenga una justificación.

Pues: ¿por qué y para qué existen las margaritas, los somormujos, las montañas y Alfa Centauro? La respuesta a estas interrogantes y al infinito etcétera que le podría seguir es siempre la misma: "Porque sí, y para nada". Las cosas están ahí y son como son por ese amontonamiento de circunstancias que, por no abundar, tan bien explica Carl Sagan en Cosmos.

Pero bueno, a pesar de todo eso, sería un hipócrita si no reconociera que escribo lo que escribo donde lo escribo, porque alguien más viene a leerlo, y eso no sólo halaga mi ego sino que espanta el vacío y destruye la nada.

Escribir nos une, nos comuna, nos colegia, nos correligiona, nos clanea, nos socializa. Escribir es lo que nos hace únicos en el universo conocido. Hay animales que hablan y que fabrican herramientas, pero no hay ningún animal que escriba (ni siquiera lo hay que dibuje).

Entonces (me doy cuenta ahora) es por eso que escribimos, para reafirmar nuestra humanidad. Así como los perros se huelen la cola para reconocerse perros, los humanos nos escribimos para reconocernos humanos. Nos decimos: "Hey, acá estoy. Éste soy yo, mírame, léeme, quiéreme".