
Y cuando digo "porquería", no me refiero solamente a la vulgaridad de este filme saturado de lugares comunes hollywoodenses, sino a la escandalosa modificación del argumento original, al punto de transformar uno de los más duros alegatos antimilitaristas que he leído en una apología del ejército de los Estados Unidos.
Toda la parte del relato referente a las torturas a las que eran sometidos institucionalmente los detenidos en la cárcel militar, fue sustituída por la maldad de un sargento; en ninguna parte se hace alguna referencia a las abundantes relaciones de los soldados con civiles homosexuales que son el desencadenante de los hechos más terribles del libro (que ya venía convenientemente censurado: ver), ni tampoco a la también institucionalizada existencia de garitos del más diverso tipo dentro de la base militar propiamente dicha. Para poner un broche de oro a esta asquerosa cinta de biógrafo, el comandante responsable de esas y otras porquerías, que en el libro es coherentemente premiado con un ascenso, en la película es ridículamente obligado a dimitir.
Si yo hubiera visto esta lamentable película antes de leer el magnífico libro que destroza, sin dudas, seguramente, me lo hubiera perdido, ya que no me hubiera interesado para nada una basura tan pestilente.
La película fue famosa porque ganó 8 premios Oscar, y aunque para mí eso no es un mérito sino un motivo para desconfiar, nunca pensé que Zinnemann hubiera sido capaz de caer tan bajo, pero bueno, "por la plata baila el mono" y esa película lo llenó de guita, a él y a James Jones.