Yo no elegí escribir humor, sino que me resulta inevitable hacerlo. No es fácil, pues la humorística es una literatura que se mueve peligrosamente en la frontera entre lo sublime y lo guarango. Además, que la balanza se incline hacia uno u otro lado no depende solamente de la calidad del material, sino también de la formación cultural del lector. Es decir: si esa formación es distinta (atención, no dijo ni mejor ni peor, digo específicamente “distinta”) a la del autor, es probable que lo que para éste es sublime, para aquél resulte una tontería.
Yo me esfuerzo por hacer las cosas lo mejor posbile y evitar la chabacanería, el lugar común, y la rima fácil. A veces hago humor del humor chabacano, a veces me salen cosas que admiten múltiiples lecturas, a veces abuso de la ironía. Hago humor macarrónico y humor sibarítico, a veces me salen pastiches, a veces esperpentos, y muchas veces me descubro plagiando a los maestros. No puedo regular eso. Desde el momento en que no escribo con método ni con escuela sino a impulsos, me sale lo que me sale. Pero como no aspiro al parnaso sino a divertirme (unas veces un poco, otras como loco), no me hago mucha mala sangre por no poder lograr la excelencia, y detesto la solemnidad.
Nunca tuve demasido tiempo para perfeccionar mi escritura pues estuve demasiado ocupado ganándome la vida y criando hijos. De todas maneras, si algo se perdió, no creo que sea como para preocuparse demasiado, hay mucha gente que escribe cosas mas graciosas que las mías, y mejor. Finalmente, digo que no tengo nostalgias del pasado ni tristeza por el tiempo perdido, siento que mis mejores momentos son éstos y los por venir. “Mi época” es la que estoy viviendo ahora. “Mis tiempos” son los de hoy.
Un sólo recuerdo agita mi desvelo y me ahuyenta el sueño, entonces, me viene el insomnio y me da por escribir como El viejo Pancho...
Dendeveras que’j de noche y pasa resongando el viento
que duebla los sauces peinando el granizo tirao en el suelo
mientra por el quincho aujereao, ta llorando el cielo,
tirito afriebrao, el termómetro marca cinco bajo cero
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
En el fondo escuro de mi rancho viejo
tirao sobre el cache de lecho de tientos
entre las vinchucas que contar no quiero
un malón de piojos se ceba en mi cuero
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Y las horas pasan, y yo no me enduermo,
ni duerme en la costa del bañao el tero,
que eventualmente grita cualqún lamento
que el chajá repite dende allá muy lejos
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
A través del turbio cristal del recuerdo
como en una cinta ´e Antonioni, lerdos
en flasback difuso, todo en blanco y negro
van mis años mozos pasando muy lentos.
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Y dispués que gozo si a vivir los güelvo,
pensando en los de ahura me rasco los güevo
no se lo que olvido, no sé lo que siento
hace tanto tiempo que no baño el tero...
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Noviyos sin guampas, yeguas sin cencerro,
ovejas sin lana, camaleopardos sin cuero
potros que se doman a juerza 'e cabresto;
bretes que mataron los lujos camperos,
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Aguaito las horas que han de traerme el sueño
pensando en laj cosa nuevas de este tiempo,
gauchos que no saben de vincha y culero
patrones que en rover van a los rodeos.
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
La puerta del rancho tiembla porque el perro
con sarna y lumbrices tirita de miedo...
Tuito es hielo ajuera, tuito es frío adentro,
y las horas pasan, y yo no me duermo;
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Y pa' pior, en lo hondo de mi pensamiento
briyan encendidos dos ojos matreros,
que persigo al ñudo pa' quemarme en eyos...
Son los ojos brujos que olvidar no puedo
¡Pucha que son largas las noches de invierno!
Porque ya pa' siempre robáronme el sueño
esos brutos ojo con vincha y culero
del negro Eufrosinio, el del grande dedo
el que más amé y todavía espero...
¡Pucha que son grandes los dedos del negro!