Que lo privado es cada vez más público ya no es ninguna novedad. Mientras que hace 40 años, cuando había que hacer cola en los teléfonos públicos, uno se mantenía un tanto alejado del que estaba hablando para evitar escuchar lo que decía, hoy día la gente habla por teléfono en el ómnibus, delante de todo el mundo, como si estuviera en el living de la casa, a veces a los gritos, a veces de cosas muy íntimas.
Tampoco son ninguna novedad esos bolsos y carteras de plástico transparente que muestran su contenido a todo el mundo. Pero el otro día ví algo que me llamó la atención. Se trataba de un bolso de plástico con cuatro porta retratos de cada lado (imagínese un bolso negro con cuatro ventanitas de 9 x 13 cm cada una, mas o menos, dos verticales y dos horizontales) en los que lucían varias fotos familiares (hijos y nietos supongo).
Y ahora que escribo ésto, me doy cuenta que ese bolso que tanto me llamó la atención no es algo distinto a un blog como éste, en el que puede entrar cualquiera y no sólo mirar mi foto sino también mirar adentro de mi cabeza, y si a mi me gusta que eso sea así ¿por qué voy a criticar a la señora que anda por la calle mostrando su álbum familiar a cualquiera?
Todos, cada uno a su manera, estamos haciendo público lo privado, o estamos haciendo una vida cada vez más pública, o estamos ocultando cada vez menos cosas; y yo no sé si eso es algo bueno o algo malo. Que será bueno en algunas ocasiones y será malo en otras, eso ni lo sé, ni puede saberse.
Lo único cierto es que las cosas están cambiando mucho más rápido y más profundamente de lo que lo notamos, y lo único cierto es la incertidumbre, y si uno se pone a pensar mucho en eso, termina lo menos, desconcertado, así que me voy a ver a Los 3 Chiflados, que eso sí es terreno conocido.