(y a mi no me importa mucho que digamos)

miércoles, 4 de noviembre de 2009

APOCALIPSE NOW / LA DECADENCIA DEL SACRIFICIO

Acabo de huir despavorido de la Tertulia de El Espectador, que había una mujer que decía tanta estupidez que me puso los pelos de punta. ¿Que no es para tanto? ¡Usted porque no la escuchó! La tipa iba a convocar a algo así como a la unidad de los orientales, y para eso empezó diciendo que "Uruguay vive un pequeño apocalipsis", y comenzó una enumeración de todos los males que afectan a este país, desde los sanitarios a los sociales, pasando por los climáticos... ¿Ah sí? ¿Ese apocalipsis es uruguayo y de ahora? ¡Por favor!

Yo acá escribo y escribo lo que escribo porque al fin de cuentas pago por ello; y el que viene a leerme es porque le gusta. Pero que a una persona una radio le pague por decir estupideces es una cosa completamente distinta. Claro que esa radio no sólo a ella le paga por decir estupideces, y claro que no sólo esa radio le paga a gente para que diga estupideces. Eso pasa en la mayoría de las radios del mundo, porque mayormente las radios y los medios de comunicación de masas ahora están para eso, salvo honrosas y notorias excepciones, como los programas de las radios del Sodre, por ejemplo.

Si yo estoy en una reunión y alguien sale con eso: me levanto y me voy. Porque no estoy dispuesto a discutir con alguien capaz de elaborar ese aborto de pensamiento, ni a escuchar a alguien refutárselo. Por eso apagué la radio y me vine para acá. Yo me paso embromando con que ya empezó el apocalipsis, y que hay que disfrutarlo porque ser testigo de ese acontecimiento no es para cualquiera. Pero lo digo en broma y hablo del planeta La Tierra. En fin, olvidemos, repasemos un pequeño texto que me gusta mucho y no puedo meter en ningún lado (ahora que me avivo, lo podría poner como reflexión de alguno de los personajes de mi novela policial, no sé, veremos):

LA DECADENCIA DEL SACRIFICIO

Cuando hoy de mañana encontré a la vuelta de la esquina un sacrificio umbandista, pensé lo mismo que pienso siempre que me encuentro a la vuelta de la esquina un sacrificio umbandista: “Sacrificios eran los de antes”. Porque Yemanyá, Bará, y Oxum, estos modestos dioses del subdesarrollo, humildes como sus adoradores, realmente se conforman con muy poco. Unas velas de colores; unas palomitas de maiz; dos manzanas; medio litro de clarete en una botella de plástico; algunas naranjas; un poco de harina, en fin: lo que haya, lo importante es la intención. Si hay plata o la entidad del asunto en cuestión lo requiere, a reventar, a lo sumo podremos encontrar una gallina idem. Poco más, lo que quiere decir: nada más.

Antes, en cambio, la gente realmente se sacrificaba para hacer un sacrificio, bueno, mayormente sacrificaba a otra gente... Como los aztecas, que te sacaban el corazón con el cuchillo de obsidiana y después todavía te tiraban por la escalera para que te comiera la plebe; o los Incas, que llevaban a los gurises a la montaña y le aplicaban la capacocha; o los mayas, que te tiraban adentro de unos aljibes grandísimos a la hora de la cena. Por no hablar de Agamenón, cambiando a su hija Ifigenia por un poco de viento; o de Abraham, que si no aparecía el cordero, achuraba nomás al Isaquito por “obediencia debida”; o de los romanos, que te hacían comer por los leones y por si fuera poco se reían; o de los celtas, que tanto te quemaban vivo, como te degollaban o te empalaban (¡ay!); o de la Santa Inquisición, que quemaba a las suegras, perdón, a las brujas; o de los hindúes asando viudas; o de los chinos, enterrando a los parientes junto con el emperador crepado... ¡Esos eran sacrificios y no lo que tenemos ahora a la vuelta de la esquina!

¡Gracias a Dios!