Lo que escribiré a continuación, seguro que es un lugar común, pero bueno, es mi lugar común.
No paro de asombrarme del asunto éste de mis cambios de hábitos. Hasta hace unos meses, cuando tenía que armar un servicio de noticias día por medio, seleccionando y comentando el diario acontecer, el devenir, la coyuntura (como quiera llamársele a lo que sucede), pasaba el día escuchando informativos y programas periodísticos.
Me despertaba con el informativo de las 8:00 y así seguía -alternando radio en casa con walkman en la calle y en el ómnibus- hasta que me dormía escuchando La Venganza será Terrible. Claro que exagero, no es que estuviera todas esas horas escuchando permanentemente la radio, pero sí estaba pendiente de ella. Y también me leía todos los días todos los diarios on line, por supuesto.
Ahora a gatas escucho los comentarios humorísticos de Carlos Tanco a las nueve de la mañana, y a veces la grabación de alguna tertulia de El Espectador, a la noche, si no encuentro asiento en el ómnibus o si el chofer viene con las luces del salón ilegalmente apagadas y no puedo leer. A los diarios on line los leo los viernes, cuando tengo que armar el servicio semanal de noticias nacionales, el resto de la semana simplemente no existen para mí. Me sigo durmiendo escuchando a Alejandro Dolina, pero sólo la primera hora, pues la segunda parte del programa la encuentro bastante tonta.
Y también me acostumbré a no beber alcohol y a no fumar y a no creer en ningún dios. De cómo era beber y fumar, me acuerdo y no me dan ganas. De cómo era creer en dios, ya ni siquiera me acuerdo, pues la religión fue lo primero que tiré, Bakunin mediante, hace como cuarenta años.
Hay gente que me mira raro. Los que creen en dios no entienden cómo puedo vivir sin creer en la existencia de un ser superior, pero yo ya no trato de explicarme porque no vale la pena. Cuando me quieren predicar suelo decir que soy judío, y ahí tanto los mormones como los testigos de jehová salen corriendo.
Hace unos años también abandoné el fútbol; dejé de ser hincha de Peñarol, y dejó de importarme la Selección de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Y esto provoca más extrañeza aún que mi ateísmo. Yo sé que muchos de mis amigos no me creen y que piensan que me mando la parte o que digo eso para hacerme el interesarme o para evitar que me tomen el pelo por lo mal que anda Peñarol.
Pero es verdad, y cada vez que veo a la gente que va al estadio, a los fanáticos de Peñarol o de Nacional gritando obscenidades como energúmenos por las ventanillas de los ómnibus, insultándose soezmente entre ellos, agarrándose a las pedradas y a los balazos, menos me gusta el fútbol profesional. Me gustaba -sí- jugar yo al fútbol aunque nunca fui muy bueno. Pero mis rodillas comenzaron a fallar en 1970 y desde entonces no puedo jugar más.
Con el alcohol y el tabaco es distinto, mis compañeros de trabajo a veces me miran como con bronca, ya que soy un recordatorio viviente de sus debilidades, aunque cuando les explico que debí abandonar ambos vicios por cuestiones de vida o muerte, me miran con lástima.
No, amigos, no debéis tenerme lástima. Estoy muy contento de no beber ni fumar, y puedo ser feliz a pesar de esas ausencias. Emborrachaos e intoxicaos tranquilos, yo no os juzgo ya que hasta hace poco fui como ustedes y sé lo que es ser un adicto (je, je...).
En fin, que ahora no quiero volverme adicto a este blog, así que dejaré este comentario por aquí nomás, aunque daría para seguir. Me voy a lavar la ropa. Que tenga un lindo día.