(y a mi no me importa mucho que digamos)

martes, 22 de septiembre de 2009

FILOSOFANDO UN POCO

Ella me dice: "¡Dos años! ¿Y por qué no me dijiste nada?". Yo le digo: "Te quise contar una vez y vos me dijiste: "No me cuentes nada, no me cuentes nada'". Ella me dice: "¿Cuando te dije eso?". Yo le digo: "Hace dos años, cuando te fui a visitar en enero". Ella me dice: "¡Estás loco!". Yo pienso unos segundos y le digo: "Dejá no importa", y cambio rápidamente de tema. Ella está convencida de que las cosas fueron como las recuerda y yo también.

¿Y cómo fueron realmente las cosas? Ah... yo estoy convencido de que nunca lo sabremos, porque más de una vez he visto cómo un mismo hecho, una misma situación, un mismo gesto, es interpretado de distinta manera por distintas personas. He visto muchos malentendidos, tantos que diría que el mundo está lleno de malentendidos y por eso la Historia, está repleta de malentendidos.

¿Y qué hacer entonces? Pues aceptarlos y convivir con ellos y sus consecuencias. Dicho así parece muy fácil, pero a mi me costó mucho tiempo llegar a esta conclusión. Demoré casi toda mi vida, en llegar a esta conclusión. Por eso ahora tengo muchas menos certezas que hace cuarenta años. Al contrario de lo que creía, cuanto más vivo y más veo, menos certezas tengo.

Y aquí vamos al otro asunto, al de aprender a vivir con incertidumbres. En el libro de Richard Ford "Un trozo de mi corazón", uno de los personajes le dice a otro: "¿Qué te crees? ¿Que porque se te ocurre una pregunta tiene que haber una respuesta?". Y sí... eso es lo que nos han enseñado y lo que hemos aprendido, que para cada pregunta hay una respuesta. Hasta cuando se contesta invocando a la "Fé", se está ensayando una respuesta.

Yo no sé si ahora soy más sabio que antes, o si esto de aceptar las incertidumbres y esto de aceptar que hay preguntas que no tienen ni tendrán respuestas, es una simple cuestión de pereza intelectual. No lo sé, y creo que nunca lo sabré...